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Agradecemos esta carta de Luis Figueroa

Publicado en por Bahia Utopica

Lo propio de un espacio de arte como Bahía Utópica es el reconocimiento de  la posibilidad de una ciudad preservada y recreada por la pintura, la escultura, el dibujo, el grabado y la fotografía. Ámbito de espacios y tiempos reunidos para el paseante, atento o distraído, que lo visita. Allí es posible redescubrir la superposición de líneas, planos y volúmenes de la ciudad más mental de Chile: Valparaíso.

La curva ascendente de calle Montt en su encuentro con la parquedad del cuadrilátero de la Plazuela de los Catorce Asientos, ante el frontón de la Iglesia Anglicana y en la reducida perspectiva del pasaje Pierre Loti, con el gran triángulo del Árbol de la Música, podría ser un juego de imágenes reencontrado en otras tantas ventanas interiores abiertas por el arte en esta galería.

Allí donde han llegado a dialogar –como en un puerto de abrigo para el arte- la búsqueda de enigmas en los rostros de Ilabaca;  los fundidos de la luz en los nocturnos de Mauricio Ojeda; el realismo goyesco-degasiano de Salvador Amenábar; el registro de la desolación en la fotografía de Gómez Rovira; o el arte de dos Martínez en el grabado de la génesis y la edad. Espacio de encuentro y expresión del arte nuevo y de siempre, de las innumerables visiones de la ciudad de mil perspectivas, sorpresiva, cruel en su intemperie o compasiva en su mirada común, siempre recreada.

“No bien partía un barco de oro de la orilla / cuando no era orilla ni barco ni partía”, escribía Enrique Lihn.

Cerro Alegre, Almirante Montt 372: Bahía Utópica, puerta y pasaje a las imágenes interiores. Vecina de lo que fue y lo que vuelve. Expresión del arte que aún se asombra, imagina y recuerda. Regalo de esta casa de las imágenes de un francés metódico y una chilena entusiasta; espacio que convive, en su breve paréntesis, con la extraña mutación de los barrios entrañables en la época del desmantelamiento de las ciudades y su identidad. Allí esperan en cambio, en la figuración o la abstracción, el signo del gato en el zaguán, los rostros innumerables del habitante o el magnífico horizonte en estado puro.

Tal vez el arte necesite de estos puertos de abrigo en donde la contemplación, el juego y las preguntas encuentren su reposo e inquietud ante las fórmulas plásticas de las nuevas interpretaciones. Los diálogos de lo logrado, lo no logrado y lo por lograr, impulsos concretos de toda utopía artística.

 

Luis Andrés Figueroa.

Valparaíso, Octubre de 2010.

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